Piedra libre a la tanada

FOTOTECA

En 1876, Argentina aprobaba la Ley de fomento a la inmigración europea que promovió el arribo de miles de italianos al país.

Desde mediados de 1870 y hasta las primeras décadas del Siglo XX, el puerto de Buenos Aires recibió a miles y miles de europeos que juntaron sus pertrechos y se atrevieron a cruzar el Atlántico. Hasta 1910 se radicaron en nuestro país 1 millón de italianos, 700 mil españoles, 90 mil franceses y 70 mil judíos, además de una proporción menor de turcos, austro-húngaros y alemanes. La italiana fue, sin dudas, la mayor comunidad de inmigrantes europeos en Argentina.

La América en las calles

Frank Carpenter, un reconocido escritor y fotógrafo estadounidense, retrataba así la composición social de nuestra gran aldea a principios del siglo XIX: “Los italianos son los mecánicos de la ciudad, y también los vamos a encontrar vendiendo cebollas, pescado y todo tipo de mercancías de casa en casa. Son los vendedores callejeros de periódicos y también los limpiabotas. Son dueños de los comercios de comestibles; también hay algunos banqueros y comerciantes italianos ricos”.

Como todo proceso social, el fenómeno de la inmigración no estuvo exento de marchas y contramarchas. Según el censo de 1895 realizado sobre italianos y población extranjera en nuestro país, los ciudadanos italianos eran el 12.5% de la población argentina, pero esa cifra se reduciría luego a un 5% del total.

Ni crisol ni razas

Entre los mitos que nos pueblan, esa idea de que los argentinos descendemos de los barcos no fue aún cuestionada del todo. Para el investigador Ezequiel Adamovsky, podemos decir que venimos de los barcos tanto como de las tolderías: “Estudios genéticos recientes demuestran que más del 50% de la población actual tiene sangre indígena corriendo por sus venas y que cerca del 10% cuenta con ancestros de origen africano”. Pero también es cierto que buena parte de nuestra identidad, aunque diversa y multifacética, se resignificó en torno al legado inmigrante en general, y al de los italianos en particular. Por eso una versión más extensa del chiste popular sobre nuestra ascendencia inmigrante sostiene que “los argentinos somos italianos, que hablamos en español y pretendemos comportarnos como ingleses”.

…Que llegó y se arremangó

Imposición, mito o consenso a regañadientes, muchos de nuestros gestos, gustos, costumbres y pasiones tiene en los tanos su marca de origen. La familia unita a prueba de todo, la buona pasta (hasta los domingos con 45 grados a la sombra) y la previsión del ahorro, son algunos de esos santo y seña que en muchísimas familias remiten a bisabuelos o tatarabuelos “gringos”.

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