Felicitas Guerrero, lágrimas para un despechado

FOTOTECA

Joven viuda, adinerada y apasionada, no pudo llegar a elegir en su corta vida un alma destinataria de su amor.

Un corazón que late más fuerte que la imposición social, una vida que intentó desafiar la autoridad pero que sin embargo sumió ante los designios paternos. Es la estampa de Felicia Antonia Guadalupe Guerrero y Cueto, personalidad que pasó a la historia argentina como Felicitas Guerrero, la mujer más bella de su tiempo, nacida en la época de Rosas.

El fantasma de un amor desesperado

Cuenta la leyenda urbana que Felicitas Guerrero llora desconsoladamente, vistiendo los vestigios de un traje blanco que tuviera en aquel día en que celebraba el compromiso de un equivocado amor. Y no deambula por un lugar cualquiera, sino por la capilla que su familia erigió en su nombre -actualmente situada en Barracas-, en el preciso lugar en que una bala terminó con su vida y la convirtió en símbolo de la pasión eterna.

Por qué llora Felicitas

Si un 30 de enero pasás por la Capilla de Santa Felicitas y escuchás su aterrador llanto tenés que saber que sus lágrimas se deben al acoso de muerte que sufrió por parte Enrique Ocampo (tío de la escritora Victoria Ocampo) cuando él decidió que la mujer más bella de su tiempo tenía que ser solo suya. Felicitas con tan solo 15 años tuvo que casarse por orden de su padre con Martín de Álzaga quien tenía 50 años de edad. Ese matrimonio por conveniencia interrumpió un amorío que ella estaba manteniendo con Enrique, pero no apagó por completo la llama de esa pasión. En el medio se sumaron sufrimientos y pérdidas como la muerte del hijo de Felicitas, Félix, y el posterior fallecimiento de su marido. Con 26 años se transformó en una joven viuda, atractiva y adinerada que podía fácilmente enamorar. Samuel Sáenz fue el candidato que ella pudo finalmente elegir pero el amor previamente sembrado en el joven Ocampo pudo más y él la quiso solo para si. La mató de un disparo con la misma arma con la que él también se quitó la vida.

En Santa Felicitas no te cases…

Dice la leyenda que las parejas no eligen casarse en la Capilla de Santa Felicitas para no tener la misma desgracia que la joven, sin embargo, la realidad es que por tener este espacio de divinidad, la entidad de Capilla, no se encuentra habilitada por el culto para celebrar matrimonios en ella. No es Santa Felicitas un espacio de la ciudad que pasa inadvertido. Amantes despechados concurren con pañuelos blancos que atan en las rejas pidiendo el retorno del perdido amor y para regocijo de las creencias, si al amanecer se encuentra mojado quiere decir que las lágrimas de Felicitas han actuado y entonces el amor volverá.

Campanas que suenan, llantos que rechinan y alguna sombra de un vestido que fuera blanco que se escurre entre asientos que cubren el ala central de una capilla con la convicción de que nadie va a ingresar por allí. De esos mitos se nutre nuestra historia y se replica nuestro presente.
¿Has intentado recuperar por todos los medios un amor perdido? ¿Qué tal si hubieras conocido antes la mística de Felicitas?

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